En este segundo capítulo de la temporada, "The parterns in the divorce", el título nos da pie a imaginar de qué va a ir la cosa y sentimos pinchacitos en el corazón, ¿será esa pareja de compañeros alguna del Jeffersonian?
[Spoilers a partir de aquí]
En este capítulo, el cuerpo de un abogado experto en divorcios de lujo es encontrado quemado debajo de un puente. Entre los sospechosos de su asesinato, su mujer que podría estar motivada por una gran pensión, su secretaria que tiene un gran secreto que ocultar ya que mantenía un affair con la mujer del abogado, el jefe de los obreros que están reformando el edificio donde trabajaba el abogado ya que trabaja bajo presión de ser demandado, el cocinero de una hamburguesería que le odiaba por haber conseguido el divorcio para su, ahora, ex mujer y por ello le hacía las hamburguesas con carne de rata o una pareja que estaba al borde del divorcio la tarde antes de producirse el asesinato. Como siempre, el equipo del Jeffersonian se afana en encontrar hasta el más pequeño detalle que finalmente les lleve a descubrir al asesino, asesinos en este caso. Sí, la pareja de futuros papás que se auto inculpó al intentar destaparse mutuamente echándose cosas en cara. Destapados los culpables, se destapa la mentira. Ni ella estaba embarazada, ni habían resuelto todos sus problemas. De hecho, tienen más que nunca porque realmente no se quieren sino que se odian.
Además del caso de turno, hemos visto que las cosas en "The Mighty Hut" están bastante tensas. Lógico. Han sido tres meses separados a la fuerza, en los que él no ha sabido nada de ella ni de su hija. Aunque en el anterior capítulo parecía que todo estaba bien entre ellos y que todo volvía a ser como antes, no es así. Hay varios momentos incómodos, como por ejemplo, cuando es ella la que está haciendo el desayuno y normalmente es algo que hace él, pero después de tres meses de forzosa separación ¿qué es lo normal? No es tan evidente. Y es que, ahora toca volver a acostumbrarse a hacer las cosas juntos, a la presencia constante del otro y a la vida familiar. Tanta es la tensión que hay entre ellos que las chispas saltan, incluso, en la escena del crimen o yendo a buscar evidencias. Peleas con gritos, piques y esas cosas que uno suelta cuando está enfadado pero que no piensa realmente.
Mientras Booth y Brennan juegan a pretender que las cosas no están tan mal como parecen, Sweets y Angela hacen su trabajo. El primero es psicólogo de profesión pero la segunda, a pesar de no serlo, siempre actúa como tal con Brennan. Esta no acaba de admitir que las cosas no van bien, mientras que Booth admite que le molesta que ya no haya era normalidad que antes había en casa, aunque lo que en realidad le duele es no poder recuperar esos tres valiosos meses de su vida. Aún así, él también dice tenerlo todo bajo control. La cosa se vuelve un poco más dura cuando la pareja de sospechosos, entra en juego. Surgen varios paralelismos guardando las distancias entre la pareja finalmente acusada y la pareja resuelve crímenes, sobretodo cuando la primera pareja dice que al enterarse de su futura paternidad decide intentar salvar su matrimonio ya que un hijo hace ver las cosas desde otra prespectiva, añadiendo que se arrepienten del daño causado al otro porque la gente cambia. No acabo de explicarme bien, pero sé que me entendéis, bonheads. El punto álgido de la tensión se produce cuando tienen una gran discusión a raíz de que Booth quiere llevar a Christine a un tiovivo y Brennan insiste en que ya lo probó una vez y no le gustó nada. El agente le recuerda a la antropóloga que ya no es una fugitiva y que él también es parte de su vida, incluso dice sentirse rechazado. Ella, que al principio no quiere discutir, acaba también levantando la voz, recordándole que no están casados y que siempre le ha ido muy bien sola. A pesar de todo acaban disculpándose y de nuevo, parece que todo está bien. Es el interno Finn el encargado de abrirle los ojos a Brennan, contándole que cuanto más educados estaban su madre y su padrastro, más gritos había después.
Como bien dijo el interno, que fuesen educados el uno con el otro no estuviesen bien. Es por eso que Brennan decide ir a hablar con Sweets. Esto es algo que significa mucho, ya que, recordemos, Brennan odia la psicología y le parece algo inútil. Aún así, la charla con el psicólogo ayuda. Este dice que Brennan se rebela inconscientemente ante el hecho de que ahora su felicidad depende de Booth y Christine. Para alguien que ha pasado prácticamente toda su vida sola, sin tener nada a lo que llamar familia, es un gran paso. Normal que pueda tener miedo. Pero Brennan ha cambiado, en la primera temporada no nos la hubiésemos imaginado diciendo "te quiero" con la facilidad con la que lo hace ahora. Para que luego alguno por ahí diga que no ha cambiado nada. Será que no vemos la misma serie.
Aunque los creadores de la serie siempre dejaron claro que una vez que Booth y Brennan estuviesen juntos nada iba a separarlos, el título del capítulo hizo que a más de uno se nos parase el corazón un segundo. Mi pobre corazón de shipper, cómo sufre. No, finalmente la relación de la antropóloga y el agente del FBI no ha sufrido un cambio tan drástico, pero está claro que ha sufrido daños y se ha hecho heridas. Dicen que con el tiempo estas se curan, a ver si en el caso de la pareja es cierto. De momento, la semana que viene nos espera otro episodio. A ver qué se cuentan.